Las exportaciones españolas han marcado su récord al cierre del primer semestre con un crecimiento del 2,3% respecto al año pasado. Para poder apreciar la resistencia de las ventas españolas al exterior tan sólo hay que comparar con los registros de exportaciones de las principales economías del mundo. El semestre apunta cifras nefastas. En Italia se han estancado en el 0%. En Reino Unido se desploman un 5,3%. En Francia caen un 1,2% interanual. En EE UU se hunden un 6,5%. Y en Japón el batacazo se antoja monumental, con un decremento del 8,7%. Incluso en una potencia exportadora como China las ventas retroceden un inusitado 6,9%. En la media de la eurozona bajan un 0,2%, y en la UE pierden un 0,8%. Con una industria casi imbatible, sólo Alemania resiste junto a España entre los grandes países occidentales, al arrojar un incremento del 1,5%.
Mientras, las exportaciones españolas de mercancías en España han registrado un nuevo máximo al sumar 128.041 millones de euros en el primer semestre de 2016, un alza del 2,3%. Y eso se combina con unas importaciones que bajan hasta los 135.919 millones, un 0,5% menos. Lo que arroja un déficit comercial de 7.878 millones, un 31% menor que hace un año. A primera vista, las ventas al exterior han sufrido una ralentización: mientras que el año pasado crecían un 4,9% entre enero y junio, ahora apenas repuntan un 2,3%. Sin embargo, este récord tiene el mérito de conseguirse pese a una coyuntura internacional muy adversa.
¿Qué está ocurriendo en el resto del mundo? Las cifras de comercio mundial ofrecen algunas pistas. Ya en 2015, el crecimiento del comercio global se ralentizó hasta el 2,7%, una tasa de incremento baja si se tiene en cuenta las contabilizadas desde la década de los noventa. Salvo por el desplome de 2009, lo normal era que el aumento duplicara lo que crecía la economía global. Pero a partir de 2012 se han empezado a dar unos repuntes más bajos, en línea con los avances del PIB. Y eso ha provocado que las alzas del comercio mundial sean del orden del 2%, frente a las tasas del 5% o superiores que se anotaban antes.
Otro dato que arroja algo de luz es la evolución de los precios. Aunque las ventas mundiales de mercancías subieron en 2015 un 2,7% en volumen, en dólares experimentaron un declive del 14%, debido a que los precios cayeron un 15%. O lo que es lo mismo: se intercambiaron más bienes pero con unos precios bastante más bajos. La competencia es global.
Antes de la crisis, la mano de obra barata de los emergentes y la industria alemana se alimentaban vendiendo a los países occidentales. Con los excedentes generados por sus ventas, luego prestaban a esos mismos países para que siguieran consumiendo, y eso acabó en burbujas por doquier. Cuando la crisis explota en Occidente, China y otros emergentes tratan de compensar el desplome de la demanda. Pero eso también conlleva un alza de su endeudamiento, que justo ahora intentan moderar. La economía global se ha frenado, y eso tira a la baja de las cotizaciones de las materias primas, lo que a su vez ha hundido las economías dependientes de éstas. Los emergentes han perdido todo el brillo. Y los inversores internacionales han huido, provocando el hundimiento de sus divisas y, en consecuencia, abaratando sus exportaciones. En medio de estas turbulencias, países como Brasil o Sudáfrica están recuperando cuota exportadora. La competencia se ha desatado. China ha reaccionado con una devaluación del yuan del 7% contra el dólar, después de que Europa o Japón también depreciasen. Y ahí se da el disparo de salida a la carrera por mantener la cotización de la divisa a la baja. Hasta el punto de que la presidenta de la Reserva Federal de EE UU, Janet Yellen, ha decidido retrasar la subida de tipos, en parte para evitar una apreciación del dólar.
Amenazas en el horizonte
En este contexto, España de momento aguanta. Aunque los precios de las ventas españolas al exterior descendieron un 2,4%, los precios de las importaciones han disminuido todavía más, un 4,9%. En términos netos, el saldo está beneficiando a la economía española. Los automóviles, los alimentos y los bienes de equipo tiraron del sector exterior, mientras que el bajo precio del petróleo abarató la factura de las importaciones. Gracias a 34 meses con la inflación por debajo de la zona euro, las ventas al resto de la eurozona crecieron un 5,2%. La competitividad ganada durante la crisis a fuerza de una dolorosa devaluación salarial se nota.
También se disparan las exportaciones al resto de la UE con un alza del 7,5%. Sin embargo, las ventas a Oriente Medio y América Latina se derrumban un 3,9% y un 12%, respectivamente. La coyuntura internacional presagia un horizonte cargado de nubarrones. El propio secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, ha advertido de los obstáculos a los que se enfrentará el sector exterior español en los próximos meses. A saber: la depreciación de la libra británica y el real brasileño, o el bajo crecimiento de países socios de la zona euro como Italia o Francia.
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